En los artículos anteriores,«Metamedicina para la madre y el bebé«, hemos visto cómo durante el embarazo pueden aparecer síntomas que nos hablan de desequilibrios y estados desarmónicos en nuestras emociones.
Estos estados no se traducen necesariamente en síntomas, enfermedades o patologías reales, pero pueden manifestarse en malestares y problemas, por ejemplo «relacionales» en la pareja y/o con la familia de origen.
Como explica muy bien Laura Gutmann en su libro «La maternidad entre el éxtasis y el desasosiego», con la maternidad toda mujer «abre su corazón y lo expone a la miseria, la alegría y la inseguridad, a situaciones aún por resolver y comprender».
Así pues, es precisamente durante el embarazo cuando muchos nudos pueden salir a flote, gracias a esa apertura total que toda mujer experimenta para acoger y permitir que crezca en su interior una nueva vida.
Podríamos decir que el embarazo y la maternidad en general aportan VERDAD
Las viejas heridas pueden rebrotar, en el embarazo, en el puerperio o incluso después, y en este artículo me gustaría explicar cómo las claves de la Metamedicina® pueden resultar inestimables para la evolución de madres y padres en beneficio de ellos y de su hijo.
Aquí tienes algunos ejemplos de embarazo y crisis de pareja:
Ocurre que, tras el primer momento de alegría, cuando la pareja descubre que está «esperando», la armonía se altera y sobreviene la crisis.
Pero, ¿de dónde viene esta crisis?
viene de muy lejos… viene del pasado de ella y de él, viene de sus dinámicas personales, de sus relaciones originales con sus respectivas familias.
Te pondré un ejemplo:
CUANDO EL EMBARAZO NO ES DE LA PAREJA SINO QUE SE CONVIERTE EN UN ASUNTO FAMILIAR
a menudo ocurre que el embarazo no es de la pareja, sino de toda la familia, es decir, la familia de ella + la familia de él
este embarazo compartido se convierte en objeto de atención, interés, intromisión al que la pareja no puede poner fin aunque perciba su «peligrosidad».
¿Por qué?
¿qué impide a la pareja proteger su espacio?
El hecho de que la pareja de hecho no exista, o más bien los dos adultos que se han amado y se han elegido como compañeros de vida sí existen, pero en los momentos más importantes y delicados para ellos, los dos adultos (él y ella) abdican en favor de sus niños interiores y, en lugar de proseguir el viaje para convertirse en padres, vuelven a caer en la dinámica de los niños.
Así que ella se cuida de no disgustar y acomodarse con su familia de origen y él hace lo mismo, y si por desgracia las dos familias de origen «no se gustan»… la crisis de pareja está garantizada.
Pero, ¿qué hace que la pareja se pierda así? ¿qué hace que dos adultos vuelvan a su mundo «infantil»?
Hay tantas cosas posibles – aquí también doy sólo algunos ejemplos
Ella, criada como la niña buena y obediente para ser amada y reconocida especialmente por su madre, experimenta mucho dolor, físico psicológico emocional, debido a la enfermedad. Varias veces en su vida pensó en «rebelarse» y salirse del papel que estaba representando, intentó cambiar de ciudad, de lugar de trabajo para salir de la interferencia materna que tanto la atormentaba. Pero a causa (o gracias) a su enfermedad, cada vez encontraba en los brazos de su madre ese apoyo físico y moral que necesitaba y que ningún hombre con los que había mantenido relaciones a lo largo de los años había podido darle.
Durante el matrimonio sigue experimentando dolor y enfermedad y, de nuevo, no encuentra en su marido la presencia y el apoyo que necesitaba. Pero la madre está ahí, siempre.
El embarazo comienza entre la incredulidad y mil dificultades, pequeñas pérdidas, varias veces en urgencias, mucho miedo, mucho pesimismo para no hacerse ilusiones y prepararse para lo peor. Y de mes en mes, aunque el embarazo evolucionaba clínicamente bien, esta incredulidad (por haber conseguido una hazaña tan bella e importante) y el miedo a que algo saliera mal la hacían vivir chocando con el optimismo y la alegría de su marido -estos sentimientos positivos de su marido eran percibidos por ella como «no me comprende»-, una vez más se sentía incomprendida en la dificultad y una vez más encontraba en los brazos de su madre el único lugar seguro -aunque, como precio por esa aceptación, tenía que pagar cada vez tragándose fuertes críticas hacia su marido y su relación-.
A él no le va mejor: feliz de amor y orgulloso de este embarazo, no puede separarse de mamá y papá, sus amigos confidentes y consejeros.
Todo lo relacionado con la pareja y el embarazo se comparte en la familia y se comenta, de modo que cuando él vuelve a casa lleva su mundo familiar a su mujer y no simplemente a sí mismo. No puede separarse de su familia porque allí encuentra aceptación y reconocimiento, mientras que en su casa encuentra a una mujer que también espera aceptación y reconocimiento y, por tanto, no puede darle lo que no tiene.
Resultado: cada día piensan en separarse y viven este embarazo como dos niños que discuten para hacer valer sus razones… sin darse cuenta realmente de que hay otra vida entre ellos que está creciendo y que asimila todo lo que ocurre fuera.
¿Te resultan familiares estas dinámicas? ¿te resulta familiar esta historia?
Tuve la oportunidad de trabajar con ellos, individualmente, con Metamedicina®, de acompañarles a explorar y «curar» sus heridas personales del pasado – y fue muy interesante (casi dado por sentado) ver cómo sus heridas eran básicamente las mismas (¡nunca te encuentras por casualidad!).
Y entonces, en el papel de Doula, pude estar a su lado apoyándoles en el camino de construir su identidad familiar para acoger la nueva vida.
En el próximo artículo hablaré de la sexualidad y de cómo los recuerdos del pasado grabados en nuestro cerebro límbico pueden condicionar nuestra experiencia del embarazo y, especialmente, del parto.
