En un momento de la historia en que lo único que parece poder hacernos parar, o al menos frenar, de forma coercitiva, es la enfermedad, nos apresuramos a asegurar a las mujeres embarazadas que «¡el embarazo no es una enfermedad!
Aunque es básicamente cierto que el embarazo no es una enfermedad, lo que esta afirmación implica es que, como no es una enfermedad, todo debe ir exactamente como siempre.
Y ocurre que si se tiene un embarazo fisiológico sin problemas, es decir, sin enfermedades, la mayoría de nosotras nos inclinamos a seguir con la vida «como antes». trabajo/casa/otros hijos/padres/gastos/compromisos sociales, gracias a nuestra fantástica capacidad multitarea.
Pero, ¿es realmente cierto que todo sigue como antes?
Yo diría que no: en el momento en que sabemos que llevamos una vida en nuestro vientre, nada es igual que antes, tanto si se percibe racionalmente como si no.
Nuestro cuerpo cambia profundamente día a día, cambia nuestra forma de sentir, de percibir la vida… nuestra alma se abre y día a día la transformación es cada vez más significativa.
¿Qué nos impide entonces hacer sitio para todo esto?
A menudo, las únicas ocasiones en las que sacamos tiempo para nosotras y nuestro bebé son las revisiones, las ecografías y, hacia el tercer trimestre, asistir a algunas clases prenatales.
¿Dónde hay en este «sistema» tiempo y espacio para que una mujer se detenga y disfrute de lo que hay: ella misma y su hijo? ¿Quién nos anima y apoya a escucharnos a nosotros mismos, a identificar y expresar nuestras necesidades, deseos, miedos, ansiedades, dudas?
Sí, porque muchas veces necesitamos que nos animen en este sentido, como si no sintiéramos que tenemos derecho a tomarnos ese tiempo, cada uno por sus motivos, por cuestiones de carácter, por la forma en que crecimos, por las experiencias que pasamos en la vida, hay quien no quiere «faltar» a la eficacia, quien es «controlador», quien cree que para ser querido y reconocido tiene que ser fuerte, estar a la altura de la situación, quien está acostumbrado a sacrificarse por los demás, etc., etc.
Pero la vida ve y provee, y en nuestra historia de madres, nos traerá oportunidades -más o menos a nuestro gusto- para ir más despacio, para atravesar nuestras resistencias, para volver a entrar en contacto con nosotras mismas, para tomarnos nuestro espacio y nuestro tiempo, para escucharnos y escuchar a nuestros hijos, que nos hablan muy claramente desde el principio, para amarnos y amarlos con todas nuestras fragilidades y nuestras seguridades.
Feliz día del amor