Ego, egoísmo, ególisis: aclaremos

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Ha llegado el momento de explorar el tema del ego y el egoísmo, temas de los que se habla mucho y que a menudo generan malentendidos y conflictos interiores.

Veremos de dónde vienen y qué significan exactamente, intentando aclarar algunos conceptos básicos y empezando a examinar cómo iniciar un proceso de «ego-lisis», es decir, de reducción y racionalización de nuestro ego.

En el artículo sobre el sufrimiento, vimos lo impulsado que puede estar por el ego.

El ego ama y odia el sufrimiento: por un lado intenta evitarlo a toda costa, por otro lo protege porque nos permite identificarnos con algo.

Estos dos aspectos del ego están interconectados y deben comprenderse para emprender un camino de crecimiento interior.

La semana pasada, durante una sesión de asesoramiento, un cliente señaló lo difícil que es para muchas personas mostrar compasión y apoyo a quienes sufren.

Abrir el corazón para acoger el dolor ajeno significa exponer también el propio, y es una experiencia que muchos evitan por miedo a salir heridos.

Esta tendencia puede estar arraigada en nuestra personalidad y en la educación que recibimos, que nos enseñó a evitar el sufrimiento a toda costa.

Si crecemos con la idea de que el sufrimiento es inevitable y forma parte integrante de la vida, nuestro ego puede identificarse con esta creencia y condicionarnos a experimentar situaciones que confirmen esta identidad. El ego actúa para proteger y preservar nuestra identidad, aunque esté basada en creencias limitadoras.

Cuando nos identificamos con una determinada identidad, tendemos a evaluar las situaciones según parámetros de comparación como «más» y «menos». El ego puede empujarnos a evitar el sufrimiento a toda costa o, paradójicamente, a aferrarnos a él si representa nuestra identidad. En ambos casos, el ego actúa para mantener estable e inmutable la ilusión del yo.

Para liberarnos de esta identificación e iniciar un proceso de transformación interior, debemos estar dispuestos a desenmascarar nuestro ego y aceptar el cambio. Este proceso requiere valentía y apertura, pero es esencial para liberarnos de las limitaciones impuestas por el ego y vivir una vida más auténtica y plena.

Eso sí, no se trata de «fotos de cabecera» ni de gestos que te cambien la vida.

Algunas personas deciden dejarlo todo y empezar de nuevo, cambiar de vida.

Tal vez, tras el primer año de aparente alivio, se encuentre atrapado en la misma dinámica que había dejado a miles de kilómetros de distancia, creyendo que la había superado. Pero no basta con la distancia, tiene que ser un reinicio interior, consciente y profundo.

Este proceso de «volver a empezar» está estrechamente vinculado a la autocomprensión y a la capacidad de reconocer si nuestras acciones proceden de un lugar de integridad interior o del ego, reaccionando a algo externo.

Y ahora hablemos del egoísmo.

Durante una sesión de asesoramiento la semana pasada, una persona estaba muy preocupada por el bienestar de sus seres queridos, pero consideraba que su pareja se ocupaba egoístamente de sí misma. ¿Cuántos de los que estáis leyendo esto podríais reconoceros en esta situación?

¿Quizás te comprometes con los demás, pero no recibes la misma atención a cambio por parte de tu pareja?

En este contexto, es importante preguntarse:

¿por qué me molesta tanto?

Quizá porque estamos acostumbrados a hacerlo todo nosotros, a controlarlo todo y a ayudar siempre a los demás. Pero, ¿quién es realmente egoísta en esta situación?

El egoísta no es el que cuida de sí mismo, sino el que exige a los demás sin estar dispuesto a hacer lo mismo.

Por ejemplo, si me cuido y tomo decisiones para mi propio bienestar, no se me puede considerar egoísta.

El egoísmo surge de la necesidad de control, el miedo y la inseguridad.

La verdadera pregunta es: ¿qué queremos alimentar?

¿Queremos alimentar la culpa, la renuncia y el sacrificio para parecer mejores a los ojos de los demás, o queremos aprender a cuidarnos de forma sana y consciente?

Es un proceso de autenticidad y conciencia que nos permite superar los condicionamientos y vivir una vida más auténtica y plena.

En primer lugar, me gustaría preguntarte: ¿te resuena este tema de alguna manera?

¿Te encuentras entre esas personas que a menudo retroceden, que se rinden, que se apartan para dejar sitio a los demás, temiendo ser consideradas egoístas? Sin embargo, ¿cuántas veces sientes una sensación de resentimiento, de frustración, pensando «Pero, ¿cuándo me toca a mí? ¿Cuándo puedo descansar? ¿Cuándo puedo tomarme un espacio para mí? ¿Cuándo puedo sentirme bien?». La siguiente pregunta es: ¿a qué esperas? ¿De quién o de qué esperas el permiso?

A menudo, esperamos la aprobación de los demás porque tenemos miedo de no encajar en los cánones de la buena persona: la buena madre, el buen padre, el buen compañero, el buen trabajador.

Esperamos que nos den permiso para respetarnos, para cuidarnos.

Pero si este permiso no llega, ¿qué ocurre? Exigimos, como un niño que da pisotones, porque si queremos algo, no importa cuánto tiempo haya pasado, seguimos exigiendo hasta que lo conseguimos.

Dentro de cada uno de nosotros, incluso en los adultos, siempre está ese niño que no se sintió comprendido, escuchado, valorado. Es crucial liberar esta memoria emocional, del mismo modo que es importante cuidarse a uno mismo en el aquí y ahora, día tras día. Al ego no le gusta el presente, pero es vital aprender a estar plenamente presente en nuestras acciones cotidianas. Sólo así podremos cultivar el bienestar interior e irradiarlo a los demás.

Nuestro verdadero trabajo no es ser el padre perfecto, el empleado perfecto o la pareja perfecta. Nuestro verdadero trabajo es cuidar de nosotros mismos.

Si estamos bien, transmitimos bienestar a los demás. Pero, ¿cómo podemos estar verdaderamente presentes para los demás si no somos capaces de escuchar nuestras propias necesidades?

Cambiar de perspectiva es esencial. Si nos sentimos constantemente sobrecargados de responsabilidades, es hora de pedir ayuda, de delegar, de organizar mejor nuestro tiempo. No es egoísmo. El egoísmo es darnos tanto a los demás que llegamos a un punto de agotamiento y esperamos que los demás resuelvan las situaciones por nosotros.

Dar y cuidar de uno mismo no es egoísmo, es autenticidad y responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás.

Si te cuidas y estás bien, puedes ayudar a tu hijo, a tu marido, a tu hermana, a quien sea, a hacer lo mismo.

Esto es lo que llamamos responsabilidad.

Ahora, considera esta paradoja: nos hacen creer que somos egoístas cuando simplemente asumimos la responsabilidad de nuestras vidas.

¿Por qué? Porque en el momento en que asumimos la responsabilidad de nuestras vidas, quitamos poder a alguien. Y si alguien vive del poder, de la prevaricación, de ejercer poder sobre los demás, naturalmente se sentirá amenazado y reaccionará. Pero aquí hay otro elemento importante: lo que eliges para ti se convierte en lo único que importa. La reacción, el efecto que tu elección pueda tener en los demás, ya no es tu problema, sino el suyo.

Es esencial aprender a poner este límite, de lo contrario, seguiremos salvando a los demás no para ayudarles realmente, sino para defendernos de nosotros mismos, para no sentirnos mal o culpables si otra persona sufre.

Te hablo de muchos pequeños mecanismos que puedes observar en tus relaciones cotidianas. Es importante darse cuenta de cómo incluso las relaciones más sinceras se ven a menudo contaminadas por los juegos del ego. Debemos aprender a reconocer cuándo nos movemos desde un espacio auténtico de escucha, amor y presencia, en lugar de hacerlo desde un espacio de máscara e identidad construida.

Creo firmemente que todo lo que estamos viviendo en este momento de la historia es la manifestación de nuestras cuestiones individuales no resueltas. Si queremos cambiar el sistema, tenemos que cambiar nosotros mismos. ¿Cómo? Alimentando nuestras relaciones, aprendemos a estar en el presente y a darnos cuenta de cuándo nos movemos de un espacio auténtico.

He aquí algunos comentarios finales:

  1. Cuando estás en lo más profundo de tus sentimientos, ¿sientes lo que es correcto para ti?
  2. Si estás indeciso entre dos opciones, ¿qué haces? consejo: para.
  3. No hay bien ni mal, sólo lo que es correcto para ti en ese momento.
  4. No permitas que el ego se apodere de ti.
  5. Comprométete a reescribir tu historia, a ser más consciente de tus patrones mentales y a dejar de identificarte con tu ego.

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Escrito por Alexandra Francesca D'Alessandro

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